lunes, 23 de mayo de 2011

contra V. LL.


El periodista y escritor Álvaro Vargas Llosa destaca por su bagaje argumental a favor del voto por Ollanta Humala y contra la mafia Fujimorista, y por ello los ejecutores del Plan Sábana se la tienen jurada. Le han puesto la puntería. Pretenden desprestigiarlo a través de medios como El Comercio, Perú.21 o Correo. Martha Meier Miró Quesada escribió una columna furibunda contra él en el Decano, como antesala de lo que se viene: recordar un hecho del 2007 con el afán de sindicarlo como radical, como amigo de los cocaleros, amigo de subversivos, etc. Aquí Álvaro Vargas Llosa pone el parche.
—Martha Meier Miró Quesada le ha saltado al cuello.—La pregunta que me hago es ¿cómo es posible y en qué momento una persona que tendría que estar dirigiendo el diario “La Razón” ha terminado apoderándose de El Comercio o el grupo El Comercio? Es el mundo al revés, es aberrante, que haya sido candidata de la mafia al Congreso el año 2000, cuando ya se sabía absolutamente todo y cuando se cometió además un fraude electoral. Es completamente delirante lo que está ocurriendo. Debe haber varios Miró Quesada dando brincos en su sepultura. Ella está convirtiendo a El Comercio en prensa chicha.

—Pero hay gente que le está poniendo el freno…—Hay gente que está peleando valerosamente para tratar de impedir que ella controle todos los espacios. Hemos visto a Josefina Townsend tan valientemente protestar en Canal N por el hecho de no pasar en vivo el juramento por la democracia de Ollanta; y hay otros casos.

—¿Cree usted que los limeños demócratas deberían apoyar a Ollanta Humala más directamente como lo está haciendo usted ante el peligro que puede ganar Fujimori?—Es hora de decisiones. No se puede seguir titubeando y vacilando. Esta es una hora de definiciones. Es decir, si Ollanta no gana las elecciones, aquí se instalará un grupo de gente que fue parte de un proyecto mafioso. Lo que va a haber es una gravísima erosión de la democracia, la demolición de las instituciones democráticas y sabe Dios lo que pueda pasar. Hay una posibilidad muy grave y Ollanta ha surgido como el conductor para defender la democracia. Creo que los demócratas limeños no pueden mantenerse ajenos.

—Informantes del Plan Sábana indican que los medios Fujimoristas pretenderán desprestigiarlo, con un hecho de fines del 2007. Las fuentes indicaron que querrán sindicarlo como radical, como amigo de los cocaleros, amigos de subversivos.—Debo decir que celebro que el Plan Sábana se ocupe de mí y así se ocupe menos de Ollanta Humala. Seguramente tratarán de tergiversar la información para enlodarme. Supongo que recordarán con muy mala leche un hecho del 2007.

—¿A qué hecho se pueden referir?—Me propusieron hacer documentales para la National Geographic. Querían abordar el tema de América desde el punto de vista social y político. Entonces yo acepté. Produje “Consecuencias” en video en la cual un capítulo explica qué significa el indigenismo en América Latina, cómo había surgido, cómo había distintas variantes. Había variantes en el Perú, Bolivia y en otros países. Dentro de eso hicimos un segmento sobre los cocaleros y sobre el cultivo de la hoja de coca porque en ese momento había surgido una gran discusión sobre el tema.

—¿De qué fecha estamos hablando?—El año 2007. Decía que había un gran debate si debía considerarse a la hoja de coca como parte del problema del narcotráfico. Yo creía que el narcotráfico debía tener un tratamiento distinto y que la hoja de coca no debía ser demonizada. Bueno, para el trabajo entrevisté a los cocaleros. Para el que quiera verlos está en todos lados, los documentales están colgados en Youtube y el que quiera verlos lo puede ver.

—¿Qué hecho extraño ocurrió cuando hacía su trabajo que tuvo que ver con “Artemio”, el cabecilla de Sendero Luminoso?
—Te cuento. Cuando estábamos por salir de Lima a la selva con el equipo de National Geographic pasó algo curioso. Estaba yo entrevistando a Susana Villarán en el memorial “El ojo que llora” del Campo de Marte y recibimos una llamada telefónica. A mi productora lo llamó alguien del Ejército o de la Policía para decirle que no fuera a entrevistar a los cocaleros porque “Artemio” tenía el plan de secuestrarnos. Yo no quise creer eso, porque sentí que el gobierno no quería que yo entrevistara a los cocaleros porque estaba enfrentado a ellos. Fuimos de todas maneras.

—¿Qué pasó en la selva?
—Ah, antes de ir a la selva yo había hablado con el presidente Alan García, él sabía a qué iba. Llegué entonces a la zona del Alto Huallaga a conversar con los cocaleros, que estaban enfrentados con el gobierno por la política de erradicación de los cultivos de la coca. Hicimos las entrevistas y luego el general Edwin Palomino, el hombre encargado del Frente Policial del Huallaga y por tanto de capturar a “Artemio”, dirigía en ese momento una misión que buscaba reunir información de inteligencia sobre los dirigentes de Sendero Luminoso. Me invitó a acompañarlo a él y al coronel Luis Valencia. Soy periodista y dije vamos. Volamos en un helicóptero MIL de fabricación rusa sobre el área del Alto Huallaga y aterrizamos en Aucayacu.

—¿Usted en plena selva en un helicóptero que buscaba a Artemio?
—Claro. En una rápida maniobra pensada para eludir un eventual ataque contra el helicóptero, recogimos a treinta hombres armados que estaban en ese mismo lugar desde el día anterior y cuyos rostros reflejaban la tensión que habían padecido en las últimas 24 horas.

—¿Fue en ese tiempo que muere el llamado camarada “Tito” y capturan a otro cercano colaborador de Artemio, líder de una de las facciones de Sendero que aún están activas?
—Un día después del recorrido con helicóptero, actuando en base a la información recogida en la misión que presencié, y que había confirmado que los dos lugartenientes más cercanos de Artemio se encontraban en el área, el mismo equipo atacó exitosamente y produjo la muerte de un mando de Sendero Luminoso y la captura de otro. Eso es todo.

—Supongo que esta historia la tergiversarán para pretender desprestigiarlo.
—Supongo yo también. No hay nada. Estoy aquí tranquilo.
    V.LLosa. 

El legado del fujimorismo: De tal palo, tal astilla

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Para llegar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, Keiko Fujimori se ha cubierto del manto del legado de su padre. En más de una ocasión ha afirmado que el gobierno de Alberto Fujimori fue el mejor que ha tenido el Perú en toda su historia.
Ahora que busca ir más allá del voto naranja, intenta moderar su discurso. Ante preguntas de medios afines (¡ahora casi todos!), ha reconocido que el gobierno de su padre fue autoritario, pero jamás acepta que tiene responsabilidad por violaciones sistemáticas de los derechos humanos. En una entrevista reciente, Keiko Fujimori afirma que los militares cometieron los crímenes de Barrios Altos y La Cantuta, y si su padre cometió un error fue al no castigarlos inmediata y severamente.
A la desmemoriada Keiko Fujimori y sus simpatizantes, habría que recordarles que, tal como ha sido probado en el más alto tribunal de la justicia del país, su padre armó la estructura política y militar que permitió que esas violaciones se dieran. Es más: su padre hizo todo lo posible por negar la existencia de dichas violaciones y por proteger a sus autores, incluso la promulgación de las leyes de amnistía de 1995. Juega con la idea de que el mismo Fujimori mantuvo a lo largo del juicio en su contra por violaciones de los derechos humanos: salvó al Perú del terrorismo pero no es responsable de cualquier acto violatorio de los derechos humanos que se cometió en el camino. O sea, es el autor mediato de la lucha contra el terrorismo, pero no de las graves violaciones que se cometieron como parte de ella. No, pues.
Alberto Fujimori fue condenado a 25 años de cárcel —en un juicio imparcial que garantizó con pulcritud su derecho al debido proceso— por tres casos: la masacre de 15 personas, incluso un niño de ocho años, en Barrios Altos; la desaparición de nueve estudiantes y un profesor de La Cantuta; y los secuestros de los sótanos del SIE. Pero no fueron los únicos casos de violaciones de los derechos humanos cometidos durante su gobierno. Tal como señala el fallo condenatorio a Fujimori, el temible Grupo Colina, escuadrón de la muerte creado al interior de las Fuerzas Armadas con el aval de Alberto Fujimori, responsable por Barrios Altos y La Cantuta, cometió una serie de asesinatos y desapariciones por los cuales no ha sido enjuiciado Fujimori (debido a las reglas del tratado de extradición con Chile), tales como la desaparición de los campesinos de Santa, la desaparición del periodista Pedro Yauri y el asesinato de la familia Ventocilla y muchos ,muchos asesinatos más.
Pero la violación de los derechos humanos durante el régimen de Alberto Fujimori va más allá aun de los casos cometidos por el Grupo Colina. Está el tema de la detención arbitraria de miles de peruanos y peruanas por la draconiana legislación antiterrorista de 1992. El mismo Fujimori se vio obligado a nombrar una Comisión Ad Hoc para revisar estos casos y indultó a más de 500 personas (miles más fueron indultados luego durante el gobierno de transición). No fueron terroristas, como Keiko Fujimori insinuó en el debate presidencial anterior a las elecciones, sino inocentes —y por eso fueron indultados—.
Está el tema de la desaparición forzada, una práctica de las fuerzas de seguridad desde los años ochenta que continuaba a inicios de los noventa. Algunos de estos casos cometidos durante los noventa ya han sido judicializados y sus autores materiales sancionados, como en el caso de la desaparición forzada del estudiante universitario Ernesto Castillo Páez o las autoridades locales de Chuschi. Pero otros no, como la desaparición del activista de derechos humanos de Huancavelica Angel Escobar Jurado, o los estudiantes Martín Javier Roca Casas y Kenneth Ney Anzualdo, quienes protestaron por la presencia de agentes de inteligencia al interior de la Universidad Nacional del Callao y luego fueron desaparecidos —y, según el testimonio del agente del Grupo Colina Jesús Sosa Saavedra, torturados y luego calcinados en los sótanos del SIE—.

Culpa a Montesinos y la fuerzas de seguridad para limpiar a su padre, tapando el sol con un dedo, pues fue su padre quien dio poder a Montesinos y cogobernó con las Fuerzas Armadas, a las que corrompió.

Hubo ejecuciones extrajudiciales en comunidades campesinas como Chumbivilcas, Santa Bárbara y otras. Ejecuciones extrajudiciales de personas que el régimen fujimorista consideró peligrosas por sus críticas al régimen, como el asesinato del secretario general de la CGTP Pedro Huilca Tecse. Ejecuciones extrajudiciales de personas rendidas, violación de toda ley de guerra, tal como se dio luego del rescate en la residencia del Embajador de Japón y luego del autogolpe en el penal Castro Castro.
Pero no se puede quedar ahí. El gobierno de Alberto Fujimori no solo violó los derechos humanos al matar, torturar y desaparecer a personas consideradas enemigas del régimen. También violó los derechos humanos al usurpar el poder, limitar la libertad de prensa, usurpar las funciones de otros poderes del Estado, corromper a los medios de comunicación y robar descaradamente de la arca pública. Gobernar con base en el miedo también viola los derechos humanos de los ciudadanos que no se sienten entonces seguros de poder ejercer libremente sus derechos de expresarse y de asociarse.
¿Será diferente un gobierno de su hija Keiko Fujimori? Difícil imaginarlo y no puede cambiar,pues es el modelo de su padre. Su intento de ir más allá de su base naranja queda chico, por decir lo menos. Ha reconocido el carácter autoritario del gobierno de su padre, y que se mató a los estudiantes de La Cantuta. Pero niega lo principal, lo evidente: que su padre fue el hilo conductor de un régimen nefasto que destruyó las ya debilitadas instituciones democráticas en el país, envileció a la política y gobernó con un arma como el miedo, la violación de los derechos humanos y la corrupción. Culpa a Montesinos y la fuerzas de seguridad para limpiar a su padre, tapando el sol con un dedo, pues fue su padre quien dio poder a Montesinos y cogobernó con las Fuerzas Armadas, a las que corrompió para mantenerse en el poder. Por años Keiko Fujimori ha prometido que indultaría a su padre al ser elegida presidenta, pero ahora jura “por Dios” que no lo hará, probablemente segura de que otros lo harán para que ella quede limpia. De tal palo, tal astilla. J.M.B.
      RRRP.

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